
TERCER MOVIMIENTO (AFFETTUOSSO)
Para hacer el amor
debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha
tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharra
para hacer el amor.
Los pastos húmedos son mejores que los pastos amarillos
pero la arena gruesa es mejor todavía.
Ni junto a las colinas porque el suelo es rocoso ni cerca
de las aguas.
Poco reino es la cama para este buen amor.
Limpios los cuerpos han de ser como una gran pradera:
que ningún valle o monte quede oculto y los amantes
podrán holgarse en todos sus caminos.
La oscuridad no guarda el buen amor.
El cielo debe ser azul y amable, limpio y redondo como un techo
y entonces
la muchacha no vera el Dedo de Dios.
Los cuerpos discretos pero nunca en reposo,
los pulmones abiertos,
las frases cortas.
Es difícil hacer el amor pero se aprende.

PRIMER MOVIMIENTO (LARGO)
Estropeado me ves y te aprovechas, vieja calavera, Ojo de Dios.
Ojo abierto y redondo y amarillo: huevo de Rhode Island, doble yema,
grasa que ni el hígado de un cerdo podría soportar.
Ojo de Dios que miras y quieres ser mirado, no habrás de confundirme,
De mis guerras me canso, viejo zorro, bueno sería ganarlas o dormir
—mas no en el aire.
Y tus párpados se ofrecen como liviana sombra bajo el sol:
para mí el lecho de hojas, la gallina fría y deshuesada, el agua fresca.
Sal de mi templo, huevo de Rhode Island, cansado estoy mas tú no has te salvarme.
Gran coca-cola helada en las calientes rocas, apártate de mí.
Muchos días de caminata llevo y no entraré en la primera casa, tu morada
—oscura noche mía.
Gran coca-cola helada, Ojo de Dios, no es bueno tu reposo
que otros campos habrá para mi cama.
Me basta por ahora
lavarme bien los pies y no mirarte.
Busco el agua, acomodo estas nalgas,
revuelvo mis diez dedos: no te miro.
Y ya soy
más limpio que la yerba, más fuerte todavía.
Sal de mi templo, viejo, apártate, go home.

MARINA
Para Tito Flores Galindo
Un guardacaballo gigantesco reposa sobre el techo de mi casa. Sombra contra la luz y los cangrejos calientes del cantil. Es la frontera.
Más allá sólo existen la China y el Japón (suelo decir) aunque en verdad primero están los montes de coral. Y antes todavía
una recua de islotes en naufragio / blancos y viejos como esta misma orilla. Finisterre.
Las lizas argentadas y las lomas remontan la corriente de las aguas servidas. Y los pubis son agrios bajo el peso de las moscas zumbonas.
Banda del mar Pacífico que ninguno codicia. Una casa rosada, sus florones de yeso y un reloj.
Aquí estoy, en el límite exacto de la tierra. Las ratas del cantil son como acacias abiertas por la sal.
Finisterre. Los cirros y los cúmulos descienden en tropel de Pacasmayo y se demoran en el aire del Sur.
La isla del Frontón se bambolea como una vaca muerta a la puesta del sol. Y nada resta.
Vuela el guardacaballo sobre las olas. Se disuelve el paisaje y los navíos evitan esta costa imaginaria.
* Estos poemas de Antonio Cisneros fueron tomados del libro A cada quien su animal, publicado en 2008 por La Cabra Ediciones/Conarte.